I
El 27 de febrero de 2014 fue un día que quedara siempre en mi
memoria. Aquella mañana me levanté como todos los días, me lavé la cara y me
vestí. Bajé las escaleras para ir a la cocina a prepararme mi desayuno. Abrí la
nevera para coger la leche y un pensamiento me alegró la mañana: ¡Un mago
vendría al cole!
La alegría me inundaba el pensamiento, aquello me sacaría de la
monotonía de todos los días. Mientras me vivía la leche pensaba en: palomas que
salían de jaulas, cartas, pañuelos de colore…
De repente, me di cuenta de que el tiempo se me echaba
encima, agarré la mochila y salí corriendo hacia la parada de autobús. No me
Despedí de mis padres, ni siquiera comprobé que mi perro botón tuviese agua.
Casi con la lengua fuera llegué a la parada, el autobús
parecía que me esperaba, Entré, pasé mi tarjeta de transporte por la máquina de
cobro y tomé asiento en uno de los pocos sitios libres que quedaban.
El recorrido se me hizo más corto que nunca, quería ver
cuanto antes al mago Potagia.
Cuando llegué al colegio fui rápidamente a mi clase, aún no
había llegado ningún compañero. Delante de la pizarra una maesa muy larga con
lo que parecía una caja, todo estaba tapado con una resplandeciente tela roja.
Me quedé mirando con la intención de levantar la tela y mirar debajo, pero una
voz profunda me dijo: ``NI SE TE OCURRA´´. Me quedé mirando fijamente hacia el
lugar de donde venia la voz, no logré ver a nadie. El corazón empezó a
palpitarme muy rápido, tanto que se me formo una bola en la garganta.
Mis compañeros empezaron a entrar por la puerta, todos
miraron la mesa con cara de asombro. El maestro desde el pasillo empezó a gritar
que no tocásemos nada y nos sentáramos en nuestras sillas. El maestro Mateo
sabía muy bien que estábamos nerviosos, todos estábamos ilusionados con la
magia.
-Mirad chivos (comenzó a decir) como sabéis hoy viene el mago
Potagia, espero que respetéis su actuación. Necesita vuestra colaboración.
Espero que estéis atentos y en silencio. Y ahora… ¡Un gran aplauso para el mago
Potagia!
Por el pasillo central un hombre larguirucho, de ojos tristes
y nariz de loro. Me sonaba a alguien pero no sabía ponerle nombre. Comenzó la
actuación con cosas simples: monedas que aparecen detrás de las orejas,
pañuelos de colores, trucos con dados… Todo aquello me estaba aburriendo mucho,
todo esto lo había visto infinidad de veces. Me entretuve observando los
distintos maestros que iban asomándose por la puerta.
-Señorita como se llama (preguntó el mago a la maestra de
francés que pasaba por allí)
Sin darle tiempo a responderla cogió de la mano y la llevó
hacia la mesa con el tapete rojo.
El mago nos dijo que haría desaparecer a la maestra de
francés, la maestra entró en la cabina, el mago cerró la puerta con llave, puso
la tela roja por encima y empezó a darle vueltas a la cabina pronunciando la
palabras mágicas ``Desaperatum, esceletum fortum´´ El mago se desplomó sobre el
suelo. Todos pensamos que era parte del número pero pasados unos minutos seguía
sin moverse, el maestro Mateo se acercó con cara de preocupación: `` ¿Se
encuentra bien? ´´ (preguntó)
Al no obtener respuesta gritó: `` ¡¡¡AYUDA, AYUDA!!! ´´
Varios maestros se apresuraron a entrar, Manolo, el maestro
de educación física, se hizo paso entre la gente hasta llegar al mago, puso sus
dedos en el cuello y dijo: ``No tiene pulso, hay que llamar a emergencia´´
II
La policía llegó justo con la ambulancia. Unos 5 policías, 1
médico y un enfermero entraban en la clase. El médico utilizó unas máquinas para
comprobar si el mago estaba vivo. Nada ocurrió. Empezó a golpear el pecho del
hombre mientras el enfermero soplaba dentro de la boca del mago. Nada ocurrió.
Finalmente, el médico dijo: ``Ha muerto a las 11:11 de la mañana´´. El cuerpo
fue cubierto por la tela roja que antes había cubierto el mueble. La policía
informó a nuestro maestro que ahora había que llamar el juez para que se
pudieran llevar al cadáver. Mis compañeros no paraban de cuchichear entre
ellos: unos estaban sorprendidos, otros estaban tristes y yo no paraba de
pensar en la seño de francés. Todos parecían haberse olvidado de ella. Nadie
hablaba de ella, era extraño que después de lo ocurrido no hubiese aparecido
por allí. El maestro nos dijo que nos íbamos al patio a tomar un poco el aire.
Yo seguía preguntándome por la seño. Cuando estaba a punto de salir de la
clase, justo detrás del tiré de la manga de su chaleco. El maestro Mateo me
miró como preguntándose qué es lo que quería. Tímidamente le dije que no veía a
la seño de francés. Su cara se transformó, la preocupación inundó su mirada.
-Vete al patio. Iré a buscarla.
III
Nos quedamos en el patio toda la mañana, el resto de
compañeros fueron saliendo hasta que la totalidad de alumnos estuviésemos allí,
los más pequeños no sabían nada de lo ocurrido, el resto intuían algo raro que
estaba pasando.
Yo me quedé en un sitio estratégico, viendo como los policías
subían y bajaban el edificio. Al principio sólo eran 4 agentes, pero a medida
que pasaba el tiempo, llagaban más y más.
Al menos había 25 policías rulando por todas partes, abrían
las puertas y los armarios. Retiraron los libros de las estanterías, sacaron
los carritos de limpieza de las limpiadoras, removieron el centro, pero no
encontraron nada.
Un policía de paisano, con el pelo alborotado y muchos rizos
en la frente se dirigió a mí para preguntarme cuándo había visto por última vez
a la seño de francés. Yo se lo conté con sinceridad y aplomo que en el momento
en el que ocurrió la desaparición fue
cuando entró en el mueble de dos puertas que tenía el mago.
Me pidió que le acompañase, lo lleve a mi clase y lo coloqué
delante de la mesa con la cabina que antes se había utilizado. El policía abrió
las puertas del mueble, miró en su interior y arrojó una moneda a su interior.
Un sonido como de tubería de metal sonó durante unos segundos, que parecieron
eternos, mientras el policía pensaba en voz alta: ``Aquí hay un camino´´ Cogió
la radio para llamar a algunos compañeros más, indicándoles que trajeran la
cámara. En breves momentos llegaron un par de policías con una estece de cable
con una cámara al final. Introdujo la cámara en el mueble, el recorrido era muy
oscuro y estrecho. Efectivamente, era una enorme tubería que llagaba a una gran
puerta verde oscura de metal.
Los policías se miraron indicándome que llamase a la
directora urgentemente.
Salí corriendo escaleras abajo y llegué al despacho de
dirección. `` ¡Por favor, señora directora!´´ ``La policía me ha dicho que
tienes que venir a 6ºB.´´ Ella se levantó sin dudas y con paso firme subió a mi
clase. Los policías le preguntaron por aquella puerta metálica de color verde.
Pero no parecía conocerla.
Los policías solicitaron que trajeran los planos del edificio
para estudiar a donde iba aquella tubería túnel.
La sirena sonó y sin que nadie dijese nada decidí que era el
momento de marcharme a mi casa. En realidad, me hubiese gustado quedarme allí.
Hubiese querido colaborar en la búsqueda de la desaparecida.
Salí por la puerta camino de la parada de autobús, cuando me
acordé de que aquel día tocaba comer en casa de mi abuela, que vivía cerca del
cole. Así que no tenía mucha prisa, me dediqué a recorrer el perímetro del centro para seguir viendo,
aunque fuese de lejos, lo que ocurría en el colegio. Vi como se llevaban en una
camilla cubierta, el cuerpo del mago. Me resultó curioso que uno de los brazos
colgaba de la camilla y dejaba ver un reloj digital que marcaba las 11:11. ¿No
era la hora de su muerte? ¿Cómo estaba parado el reloj en ese momento?
A la distancia en la que me encontraba parecía un reloj
Casio, de los de toda la vida. La camilla hizo todo el recorrido del patio
hasta la puerta del cole, donde se encontraba un coche largo de color oscuro.
Justo en este punto perdí el ángulo, no podía ver si introdujeron el cuerpo en
ese coche, pero me resultó bastante raro que no fuese una ambulancia. Intenté
correr para seguir viendo lo que hacían con el cuerpo pero no llegué a tiempo.
Sin embargo, justo a la entrada, sobre el suelo, por primera vez después de
tantos años, vi una puerta metálica verde que parecía dar acceso a un
subterráneo.
IV
Salí corriendo a casa de mi abuela. Llegué muy ajetreado, más
bien nervioso. Sobre la mesa me esperaba un humeante plato de lentejas.
Me lavé las manos y cogí la cuchara para engullir la comida,
no podía decir si estaban buenas o malas, ni siquiera recuerdo si me quemé.
-¿Cómo te ha ido el cole? Preguntó mi abuela mientras me
observaba.
-Bien, contesté sin mucho interés.
Seguí tragando hasta acabar con el plato. Me levanté de la
silla, pero mi abuela me dijo que terminase el postre. Me comí el yogur
rápidamente y le dije que tenía que volver al cole para un partido.
No le di tiempo a responder, simplemente salí por la puerta.
Era cierto que ese día tocaba partido, aunque después de lo sucedido se había
anulado. De nuevo llegué a la puerta del cole, sin pensarlo demasiado me
arrodille sobre la puerta del suelo que había descubierto antes de comer. Puse
la oreja a ver si escuchaba algo, así me quedé un buen rato. Me pareció
escuchar un llanto. Golpeé las puertas varias veces con mis manos hasta que
estuve seguro de que respondían.
-¡PON, PON, PON! Hacía yo, algo o alguien respondía ¡TIK,
TIK, TIK!
Ensimismado en los ruidos, sentí una enorme sombra sobre mi
cuerpo. Paco, el portero del colegio, me miraba fijamente. Aquí hay alguien, lo
sé contesto sin inmutarse. La policía ya sabe que por algunas partes por ahí
abajo, está la maestra de francés. Están intentando con todos los medios
disponibles pero no han podido. Mientras lo escuchaba tiré de una de las hojas
de la puerta verde, sorprendentemente se abrió sin esfuerzo, cuando volví a
mirar a Paco, ya no estaba. La policía venia corriendo
-¡Apártate niño!, dijo uno de los policías malhumorados,
mientras descendían por una larga escalera de mano que habían metido por el
hueco. Cuando todos habían desaparecido, yo también bajé. A lo lejos logre ver
a la maestra de francés rodeada de policías, tras ella miles de libros polvorientos,
cubiertos de gruesas telas de araña. No me atreví a acercarme más, subí por
donde había bajado haciéndome muchas preguntas.
¿Cómo había llegado la seño hasta allí?
¿Qué eran esos libros?
¿Por qué la policía no había conseguido abrir la puerta?
¿Qué tenía que ver la muerte del mago con la desaparición?
Ya eran las 6 de la tarde, debía volver a casa. Tenía claro
que al día siguiente seguiría investigando por mi cuenta.
CONTINUARÁ…
Juan María Torres Romo
No hay comentarios:
Publicar un comentario